Wednesday, May 28

¿Nos estamos volviendo vagos para pensar? Santiago Bilinkis advierte sobre el “sedentarismo cognitivo” en la era de la inteligencia artificial

Por estos días, la inteligencia artificial está en boca de todos. Que si va a reemplazar empleos, que si va a escribir novelas, que si es más inteligente que nosotros. Pero en medio de tantos titulares, Santiago Bilinkis, emprendedor tecnológico y divulgador argentino, plantea una pregunta distinta —y quizás más incómoda—: ¿estamos dejando de pensar por nosotros mismos?

En su charla TED titulada “Inteligencia artificial: el riesgo del sedentarismo cognitivo”, Bilinkis propone una reflexión provocadora: así como el sedentarismo físico llegó cuando dejamos de movernos porque ya no hacía falta, ahora podríamos estar frente a una nueva versión de pereza… pero mental.

“Con Mariano [Sigman] bautizamos a este riesgo ‘sedentarismo cognitivo’”.

De Waze al piloto automático de la vida

Bilinkis arranca con un ejemplo muy cotidiano: seguir las indicaciones de Waze para llegar más rápido. Nada raro. Pero lo que detectó es que, al hacerlo siempre, dejó de preguntarse cosas básicas: “¿Tengo apuro? ¿Quiero un camino más tranquilo?”. En sus palabras:

“Como resultado de esta obediencia ciega a los algoritmos, se estaba perdiendo una pregunta muy importante: ¿Qué quiero hacer hoy?”.

No se trata solo del GPS. Con Instagram, TikTok o YouTube, pasa lo mismo: los algoritmos saben exactamente cómo atraparnos. Entramos para distraernos cinco minutos y terminamos una hora después sin saber cómo. “Los alimentos que le damos a nuestro cerebro no llevan por ahora advertencias en etiquetas frontales”, dice Bilinkis. Y no es metáfora menor: lo que consumimos mentalmente también tiene consecuencias.

La IA, ese nuevo músculo que promete pensar por nosotros

El gran foco de la charla es el impacto de los chatbots y las IA generativas como ChatGPT. Para Bilinkis, son herramientas “alucinantes”, llenas de potencial, pero que también traen consigo una gran tentación: la de delegarles todo.

“En algún sentido, las inteligencias artificiales nos seducen con delegar en ellas todo nuestro pensamiento y todas nuestras decisiones”.

¿Y si lo hacemos? Entonces la IA no solo moldea nuestra forma de pensar, sino que toma su lugar:

“La tecnología ya no moldea nuestro pensamiento, sino que toma su lugar. Se convierte en nuestro cerebro”.

¿Exagerado? No tanto. Bilinkis recuerda que cada vez que delegamos una tarea en la tecnología, perdemos una habilidad. Lo explica con un ejemplo brillante: prender fuego. Antes, saber encender una llama era cuestión de vida o muerte. Hoy, con un fósforo, un encendedor o la cocina eléctrica, es algo que damos por hecho. Pero si volviéramos 10.000 años atrás…

“No duramos dos días. Moriríamos de frío o de hambre. Es increíble que estemos más desvalidos en el pasado que un cavernícola en el presente”.

Aprender a usar la IA… y a cuándo no usarla

A pesar de la advertencia, Bilinkis no es pesimista. Propone un uso consciente de la IA, que nos potencie sin anularnos. Un ejemplo claro: una docente que pidió a sus alumnos escribir una redacción, corregirla con ChatGPT y luego criticar las correcciones. La consigna no era aceptar o rechazar, sino reflexionar.

“De esta manera, los chicos aprendían que la inteligencia artificial es una herramienta que puede servir para mejorar sus producciones, pero también que siempre tienen ellos la última palabra”.

Y ahí está la clave: la última palabra debe ser nuestra.

“Quizás la verdadera sabiduría no sea solo saber cómo usarla, sino también saber cuándo no hacerlo”.

¿Estamos a tiempo?

Sí, asegura Bilinkis. No todo está perdido. La IA no es el enemigo, el peligro está en entregarle el timón sin preguntar a dónde queremos ir. Resistir la tentación de una vida 100% optimizada por algoritmos, dice, puede ser el secreto para no convertirnos, irónicamente, en los nuevos cavernícolas.

En tiempos donde la tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad de adaptación, este tipo de reflexiones no solo son necesarias, sino urgentes. Porque si dejamos de pensar por costumbre, quizás estemos regalando la herramienta más poderosa que tenemos: nuestra mente.

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