Monday, June 2

¿Qué va a pasar con el Foro para la Gobernanza de Internet?

Una mirada sencilla a un debate clave sobre el futuro digital

Hoy, muchas de las cosas más importantes de nuestra vida suceden en línea: trabajamos, estudiamos, leemos noticias, pagamos cuentas, hacemos trámites, compramos, vendemos, opinamos, nos informamos y nos conectamos con otras personas. Pero aunque usamos Internet todo el tiempo, no siempre sabemos cómo se decide su funcionamiento. ¿Quién pone las reglas del juego? ¿Quién protege nuestros derechos? ¿Quién se asegura de que Internet siga siendo un espacio abierto, justo, seguro y accesible para todos?

Una de las respuestas a estas preguntas es el Foro para la Gobernanza de Internet, más conocido como IGF por sus siglas en inglés (Internet Governance Forum). Y aunque este espacio existe desde hace casi dos décadas, su continuidad hoy está en duda. En 2025, las Naciones Unidas van a decidir si el IGF sigue existiendo, si se vuelve permanente y cómo se va a financiar. Y aunque parezca algo lejano o demasiado técnico, lo que se define ahí puede tener un impacto directo sobre el modo en que vivimos y habitamos lo digital.

Un espacio para escucharnos

El IGF nació en 2006 como una propuesta innovadora dentro del sistema de Naciones Unidas. Su objetivo no era crear nuevas leyes ni imponer reglas, sino ofrecer un espacio global de diálogo abierto sobre cómo debe funcionar Internet. ¿Qué temas se discuten allí? De todo: desde la protección de los datos personales hasta la neutralidad de la red, desde los desafíos del cibercrimen hasta cómo reducir la brecha digital entre países, pasando por la libertad de expresión, la desinformación, la inteligencia artificial, la regulación de las plataformas, y muchos otros asuntos.

Lo más interesante es cómo se discuten esos temas. A diferencia de otros espacios más formales donde sólo hablan los gobiernos, en el IGF participan múltiples actores: funcionarios públicos, técnicos, empresas, académicos, activistas, organizaciones sociales y usuarios comunes. Todos con voz propia. Esa diversidad de voces —lo que se llama enfoque “multipartito”— ha sido su mayor fortaleza. Porque Internet no es sólo una infraestructura tecnológica: es un espacio social, cultural, económico y político. Y nadie tiene todas las respuestas por sí solo.

¿Por qué está en riesgo?

El 2025 es un año especial: se cumplen 20 años de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (WSIS, por sus siglas en inglés), el evento que impulsó en su momento la creación del IGF. Ahora, Naciones Unidas está haciendo una revisión profunda de ese proceso —conocida como “WSIS+20”— y ahí se va a decidir, entre otras cosas, qué pasa con el foro. La decisión se tomará en diciembre.

Las preguntas son varias:

  • ¿Debería continuar el IGF?
  • ¿Debería convertirse en un espacio permanente dentro del sistema de la ONU?
  • ¿Cómo se va a financiar de ahora en adelante?

Estas preguntas abren un debate mucho más profundo sobre el rumbo que tomará la gobernanza de Internet en los próximos años.

¿Un espacio de diálogo o de control?

Algunas voces dentro de la comunidad internacional consideran que el IGF se queda corto. Dicen que, al no tener poder normativo (es decir, que sus decisiones no son obligatorias), no alcanza para afrontar los desafíos actuales del mundo digital, donde proliferan las noticias falsas, las violaciones a la privacidad, los discursos de odio, las ciberamenazas y el poder creciente de las grandes plataformas.

Desde esa mirada, lo que se necesita son mecanismos más formales, regulaciones más duras, decisiones vinculantes. Por eso se empieza a hablar de crear “nuevos foros” de gobernanza, quizás con mayor protagonismo de los Estados y menor participación de la sociedad civil. Y acá aparece el dilema: ¿avanzar hacia modelos más centralizados y controlados o fortalecer los espacios plurales como el IGF?

Si el IGF no recibe un respaldo institucional y financiero claro, corre el riesgo de debilitarse o incluso desaparecer. Y con él podría perderse una de las pocas mesas verdaderamente abiertas donde se conversa sobre el futuro digital del mundo.

El valor de lo abierto

Los defensores del IGF sostienen que justamente su falta de poder normativo es una ventaja: permite una libertad de diálogo que otros espacios más rígidos no tienen. Al no estar obligado a producir leyes, el IGF funciona como un laboratorio de ideas, donde se pueden discutir problemas complejos sin las presiones de la geopolítica ni los intereses comerciales.

Además, muchas veces las discusiones que se dan allí terminan influyendo —aunque no de forma directa— en políticas públicas, decisiones técnicas o marcos normativos a nivel nacional o regional. Es decir: aunque no manda, el IGF orienta.

También cumple un rol pedagógico: forma nuevas generaciones de líderes digitales, difunde buenas prácticas y promueve la inclusión de voces que suelen quedar afuera de los grandes debates tecnológicos.

Noruega 2025: una edición clave

La vigésima edición del IGF será en Noruega, y su lema no deja lugar a dudas: “Construyendo la Gobernanza Digital Juntos: Hacia WSIS+20 y más allá”. El evento se presenta como un momento bisagra: servirá para demostrar todo lo que el foro ha logrado hasta ahora, pero también para mostrar que sigue siendo necesario y que puede adaptarse a los nuevos tiempos.

Como antesala, el 6 de mayo se realizó en la sede de la ONU un evento especial donde se presentó el IGF 2025 y se discutió su rol en la revisión WSIS+20. Allí se reforzó el mensaje de que, en lugar de desmantelar el foro, lo que se necesita es consolidarlo.

Mientras tanto, la base se fortalece

Más allá de lo que ocurra a nivel global, lo cierto es que los IGF regionales están más activos que nunca. Un buen ejemplo es el Foro de Gobernanza de Internet de África Occidental (WAIGF), que se realiza este año en Abuja, Nigeria, del 19 al 24 de mayo. Su lema es “resiliencia digital, inclusión y seguridad”. Se espera que participen unas 1.500 personas entre asistentes presenciales y virtuales.

También se están preparando otros encuentros, como el Foro Africano de Gobernanza de Internet (AfIGF) en Dar es Salaam, Tanzania. Ya se publicaron las guías para visado e inmigración de los participantes, lo que muestra un nivel de organización importante.

Estos foros regionales tienen un valor clave: permiten discutir problemas en contextos específicos, formar capacidades locales, crear redes y dar voz a quienes tal vez no pueden viajar a las grandes cumbres. Además, funcionan como espacios de experimentación desde donde pueden surgir ideas innovadoras que luego escalen al plano global.

¿Por qué todo esto importa?

Porque Internet ya no es un lujo ni un accesorio: es parte de la vida cotidiana. Y cómo se gobierna esa red tiene consecuencias concretas en nuestra libertad de expresión, en nuestra privacidad, en nuestras posibilidades de aprender, de trabajar, de emprender o de participar políticamente.

Si el modelo que prevalece es cerrado, jerárquico y dominado por unos pocos actores —sean gobiernos o corporaciones—, es probable que aumenten las desigualdades y se reduzca la participación democrática. En cambio, si se apuesta por espacios abiertos, plurales y colaborativos, como el IGF, se puede construir una Internet más justa, más diversa y más humana.

Por eso, aunque no seamos técnicos, ni abogados, ni funcionarios, ni programadores, este debate también es nuestro. Porque la forma en que se organiza el espacio digital afecta nuestras vidas de maneras cada vez más profundas.

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