Friday, June 6

Internet ya no es gratis: cómo cambió la red y por qué ahora tendrás que pagar

Por: Genis Roca

Hasta no hace tanto, la promesa era otra. Internet era ese territorio amplio, libre y gratuito donde el conocimiento fluía, las conversaciones estallaban y la creatividad encontraba su lugar sin pedir permiso ni pasar por caja. Pero algo está cambiando. Mejor dicho: ya cambió. Y ahora, si querés navegar por esta nueva versión del mundo digital, más te vale tener a mano tu tarjeta.

En su reciente columna en La Vanguardia, Genís Roca —uno de los pensadores más lúcidos del ecosistema digital hispano— lo dice sin rodeos: “Internet será de pago”. Cuatro palabras que suenan casi a sentencia, pero que en realidad funcionan como una advertencia serena y argumentada. Lo que viene no es un derrumbe, sino una transición. Una mutación profunda del modelo que durante años creímos inalterable.

Roca plantea este cambio en tres fases. La primera tiene algo de nostalgia: fue el tiempo de la llamada web 1.0, cuando la red era una biblioteca infinita y los correos eran la vía reina para comunicarse. Luego vino la web 2.0 —término que hoy suena viejo, sí, pero que sigue siendo útil para describir esa Internet de conversaciones públicas, redes sociales, participación ciudadana y opiniones que circulaban como fuego en pastizal seco.

Con esa explosión de interacciones llegó también el segundo momento: el dominio de las grandes plataformas, que convirtieron las palabras, las imágenes y los clics en una máquina casi perfecta de hacer dinero. Meta (dueña de Facebook, Instagram y WhatsApp) y Google se convirtieron en los titanes de un negocio sustentado en la publicidad. El problema es que ese modelo no fue para todos: los medios de comunicación, por ejemplo, intentaron sobrevivir regalando su contenido en internet y bancando la fiesta con publicidad. El resultado fue sangría. Y no solo en el papel: también en la calidad, en la autonomía, en el periodismo mismo.

Pero el escenario ya es otro. Estamos entrando en la tercera fase que describe Roca, y es donde se produce el gran giro: el paso definitivo hacia una Internet de pago, construida sobre tres pilares clave. El primero: la personalización radical. No solo te muestran lo que decís que te gusta, sino lo que hacés, lo que mirás, lo que comprás, lo que evitás. El segundo: una experiencia cada vez más simple. Basta con hablarle a una app para que componga una canción, cree una imagen o diseñe un viaje. Y el tercero, el más decisivo: el fin de la gratuidad. Como quien se despierta de un largo sueño, millones de usuarios están comenzando a entender que la fiesta tenía un costo oculto, y que ahora habrá que pagar, literal y frontalmente, por servicios que antes parecían eternamente gratuitos.

“Estamos en un punto de inflexión, de Google a ChatGPT”, resume Roca. Y esa frase no es casual. Si durante años el buscador fue el gran oráculo digital, hoy empieza a perder terreno frente a inteligencias artificiales conversacionales que no solo responden, sino que proponen, crean y acompañan. Pero esa inteligencia —esa que parece mágica— tiene un precio.

No es casual que cada vez más plataformas abandonen el modelo publicitario y se lancen de lleno al sistema de suscripción. Ni que se multipliquen las versiones premium, los muros de pago, los accesos restringidos. Lo que parecía una excepción —pagar por contenido, por software, por comunidad— se está volviendo la norma.

Ahora bien, ¿esto es necesariamente malo? No del todo. Porque en el fondo, lo que está en juego es cómo queremos que sea ese espacio común que es internet. Durante años nos acostumbramos a que todo estaba al alcance de un clic, gratis y rápido, sin pensar demasiado en qué se financiaba con eso. El precio lo pagamos con datos, con privacidad, con atención. Pero lo pagamos igual. Hoy, al menos, la factura es explícita.

Tal vez lo que está surgiendo no sea una Internet peor, sino una más madura. Una en la que tendremos que elegir qué valoramos y por qué estamos dispuestos a pagar. Una donde, quizás, podamos recuperar algo de calidad, de profundidad, de comunidad. Pero para eso hay que sacudirse la lógica del “todo gratis”, esa que tanto daño hizo al contenido, a la cultura y a la conversación digital.

El futuro ya llegó. Y no es gratuito.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *