Friday, October 11

Racionalizando la sustitución de personas por máquinas

Por: Enrique Dans

a nueva huelga contra la industria de los videojuegos del
Sindicato de Actores de Cine, debida al fracaso de las
negociaciones sobre protecciones laborales relacionadas con la
inteligencia artificial, ha llevado a que más de 160,000
profesionales se hagan cargo de proyectos de videojuegos nuevos o en
desarrollo, algo que afecta a todas las editoriales, desde las más
importantes hasta los estudios independientes más pequeños.
¿Qué esperanza albergan los participantes en la huelga, que sienten que
están protegiendo legítimamente sus puestos de trabajo? Partamos de una
base importante: un trabajo existe cuando alguien te ofrece la
oportunidad de llevarlo a cabo, y ese alguien lo hace porque espera,
gracias a tu trabajo y a una plusvalía que cree ser capaz de generar,
obtener una rentabilidad determinada.


En este caso, además, esa rentabilidad no está prefijada: un videojuego

puede obtener más o menos dinero en función de muchísimos
factores, y pocos de ellos están bajo el control de quien arriesga su
dinero para convertir un proyecto en realidad. En un entorno así, si existe
la oportunidad de incrementar esa rentabilidad, lo lógico es que se
aproveche.

Un actor de doblaje en un videojuego presta su voz a un personaje, y se
dedica básicamente a grabar todo lo que ese personaje podría llegar a
decir en el contexto del videojuego. Es un trabajo arduo, especializado y
sujeto a factores de muchos tipos: hay actores cuya voz está ya vinculada
históricamente a un personaje, hay actores conocidos por la gran
pantalla o la televisión que pueden irrumpir en el panorama,
etc.
Para un actor de doblaje, ser seleccionado para un videojuego representa
mucho trabajo, y la posibilidad de que surjan nuevas oportunidades si el
videojuego se vende bien y se llevan a cabo nuevas ediciones.

¿Qué ocurre cuando surge una tecnología que permite entrenar un
algoritmo con una voz determinada, y a partir de ahí, manejarla
completamente, con todas las inflexiones posibles y con el texto necesario
en cada momento? Simplemente, que el trabajo de generar esa voz
para esos personajes deja de ser desempeñado por un actor
humano, y pasa a serlo por un algoritmo y por aquellos que lo operan.
Para la compañía que produce el videojuego, esa opción es un sueño:
obtengo el producto que necesito, dejo de tener que pagar a quien lo
generaba, pero además, obtengo muchísimos grados adicionales de
libertad, porque puedo ahora generar los textos que quiera de manera
inmediata, sin que nadie los tenga que grabar previamente. Un personaje
de videojuego cuya voz esté generada por un algoritmo podría,
hipotéticamente, decir lo que fuese necesario en cada contexto, sin
necesidad de que hubiese sido antes locutado y grabado por un actor.
Ante esa perspectiva, la lógica económica dicta que la profesión de
actor de doblaje va a desaparecer, y que los actores que la
desempeñaban serán sustituidos por algoritmos. Nos puede parecer más o
menos justo o injusto, pero es lo que hay. Antes que ellos les pasó a
muchos oficios más, en una evolución que parece ser una constante en la
historia de la humanidad.
Lógicamente, esos actores protestarán ante esa circunstancia, y más si lo
que pretenden los estudios, además, es utilizar las propias voces de esos
actores para entrenar esos algoritmos. Una cosa es que me sustituyas, y
otra que lo hagas, además, con mi propia colaboración.
Pero ese factor, me temo, es coyuntural: los algoritmos están siendo por el
momento entrenados con voces de actores porque era lo más sencillo y
porque ese era el material con el que trabajaban los estudios, pero eso no

será necesariamente así en el futuro. Y con la huelga, además, los
actores están estimulando a esos mismos estudios a buscar
soluciones alternativas más rápidamente.

Disponemos ya de generadores artificiales de voz capaces de producir la
voz de cualquiera, pero no necesariamente partiendo de una muestra, sino
de una conceptualización, a partir de un simple menú. Voces a la carta.
Los algoritmos es lo que tienen: si tienes una buena variable con la
que retroalimentarlos, progresan muy rápidamente.
¿Cómo explicar a un actor en huelga que su trabajo, simplemente, va a
desaparecer, y que tendrá que buscar otra forma de ganarse la vida? El
ejemplo de las profesiones anteriores que sufrieron ese mismo proceso es
fácil de entender, pero difícil de asimilar. Y proporciona, además, un
consuelo más bien escaso.
Si tu herramienta era tu voz, tienes muchísimas posibilidades
de que tu trabajo cambie o, incluso, desaparezca. Yo soy profesor,
y tengo que asumir —y llevo media vida profesional preparándome para
ello— que mi trabajo lo llevará a cabo un algoritmo, capaz de explicar lo
que sea, veinticuatro por siete, las veces que sea necesarias, y adaptándose
al estilo de explicación que a cada alumno le funcione mejor. Y que,
además, eso llevará a resultados mejores, es decir, a un modelo de
educación superior, que genere mejores resultados.

¿Qué tengo que hacer ante esa perspectiva? Simplemente, interpretarla
como ley de vida, y prepararme para que cuando se materialice, yo esté del
lado de los que generan esa disrupción, no del de aquellos que la sufren.
Tratar simplemente de oponerme a ella, de protestar o de boicotear a
quien me ha dado de comer anteriormente porque ya no quiere —no le
interesa— hacerlo más es, me temo, una pérdida de tiempo.
Racionalizar la dinámica de sustitución de personas por
máquinas es duro y difícil. Pero es una reflexión que nos va a tocar
hacer sí o sí.

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