Mauricio Pedersoli es neurólogo infantil y aportó su conocimiento sobre el efecto de la exposición crónica de los niños. “Altera el neurodesarrollo”, asegura.
Por:Pagina 12
El debate sobre el uso de celulares y pantallas dentro de la escuela tiene lugar en la Legislatura. El senador Emmanuel González Santalla propone que el uso del teléfono dentro del aula quede restringido a la decisión de los docentes y, así, fomentar la interacción entre los jóvenes. Entre los especialistas que concurrieron a la Cámara Alta a exponer sobre la problemática estuvo Mauricio Pedersoli, neurólogo infantil, que es tajante: “El estrés prolongado por el uso de pantallas te enferma y te mata”.
Pedersoli fue invitado por González Santalla para exponer sobre las consecuencias que produce en el desarrollo neurológico de los jóvenes la sobre exposición a las pantallas. El médico pediatra es especialista en neurología, trabaja en el Hospital de Niños de La Plata y en diálogo con Buenos Aires/12 advierte que los efectos de la exposición constante a las pantallas son los problemas a la hora de leer, de desarrollar la atención, de interactuar entre pares e incluso adquirir la motricidad fina.
El reconocimiento de esta problemática trasciende las fuerzas políticas. La propuesta del legislador de Unión por la Patria se unificó con otro proyecto de la senadora que Lorena Mandagarán que integra el bloque UCR + Cambio Federal y se encamina hacia su tratamiento en el recinto. En su artículo número cuatro, el proyecto establece que se prohíbe “en todo el territorio de la Provincia de Buenos Aires, el uso de dispositivos digitales, por parte de alumnos y alumnas de nivel primario, durante su permanencia en los establecimientos de educación pública y privada, y cuando su utilización no fuera requerida por personal docente”.
Próximo a publicar el libro Adictos en Pañales, Pedersoli propone superar cualquier análisis etimológico y explica la importancia de poner un freno al uso de los celulares.
—¿Es necesario llegar a la prohibición?
—El impacto de la palabra prohibir es muy fuerte, teniendo en cuenta que somos un país que vivió épocas terribles en la década del setenta. Acá no hablamos de un cero total, sino de usarlo en determinado contexto. Pero no hay que ir en modo light, porque la batalla contra las pantallas es súper desleal, teniendo en cuenta que tenés que contrarrestar a empresas basadas en el marketing.
—¿Entonces, cómo sería?
—Se restringe el uso de celulares en el aula porque la escuela tiene que ser un lugar de descanso para el cerebro, donde se preste atención y que sirva de refugio. A los padres les llevará más tiempo entender las consecuencias negativas de las pantallas, pero a los pibes los está matando. Hay que ser drástico porque genera muchos problemas. Expliquemos la situación, pero metamos un freno porque cambiar un hábito tarda mucho tiempo. Lo que decimos es: salvemos al cerebro y démosle tiempo a los padres para que terminen de entender. No es un cero total en lo que respecta al uso de pantallas, pero sí concientizar, restringir su uso en la escuela y fomentar la actividad social. Con tanta evidencia sobre los efectos negativos, ¿para qué vamos a esperar?
—¿A qué evidencia se refiere?
—Hoy ya tenés centros de rehabilitación para adictos a la pantalla. Los hay en España y también los tienen en China, por ejemplo. Esta es una adicción de tipo comportamental que tiene que ver con las conductas. Una adicción que tiene un efecto directo que es la sobre estimulación cerebral. Esta sobre activación pone al cerebro en un estado de hiper alerta.
—¿Eso sería como un estado de estrés?
—Sí, pero ficticio. El estrés es una respuesta fisiológica del cerebro que tiene como premisa defenderte o actuar ante un problema. Es cuando todo el organismo se modifica para generar una respuesta a un problema. Sucede que, con las pantallas, se genera ese mismo estrés pero sin ningún problema sobre el que haya que actuar. Por eso es un estrés ficticio. Se te activan los músculos, aumenta la guclosa, tenés palpitaciones, como si el cuerpo se preparase para dar una pelea. Por eso en los nenes más chicos si le sacás el teléfono te pega y te insulta. Es porque está preparado para luchar. Se desarrolla un estrés agudo que puede volverse crónico.
—¿Quiere decir que se vuelve permanente?
—Es crónico, es decir, que se sostiene en el tiempo. Lo que pasa es que, cuando el estrés se sostiene en el tiempo, te enferma y te mata. El estrés trae aparejado el aumento de cortisol que genera cambios en el hipocampo, en la estructura de la memoria y en el lóbulo frontal del cerebro, el cuál es clave para desarrollar la conducta que permite alcanzar objetivos.
—¿Por qué se puede volver crónico?
—Porque está acompañado de un fenómeno adictivo que hace que se perpetúe en el tiempo. Hay una liberación de dopamina, por encima de la cantidad que suele liberarse en las situaciones cotidianas, que lleva a una persona a elegir estar frente a una pantalla antes que otras actividades necesarias para desarrollar el cerebro, como lo es interactuar con otras personas. Esa mayor liberación se genera por una recompensa que le llega al cerebro de forma indescifrable, no tiene lógica. En esto pongo el ejemplo de un experimento con una paloma que tenía que apretar una palanca para que le den comida. La apretaba, comía y, cuando se saciaba, dejaba de apretarla. Entonces la situación cambia y se vuelve intermitente: aprieta una vez y sale la comida, pero a la siguiente no. Allí, la paloma aprieta más que lo que hacía antes. Después, se rompe la lógica y cuando aprieta sale comida, aprieta dos veces y no sale, aprieta y sale, aprieta otras cuatro veces y no sale. Esa recompensa indescifrable es lo que más dopamina genera. Eso produce una adicción que, en el caso de las pantallas, tiene un agravante más: el algoritmo de internet. Hoy se sabe en qué sitios entrás o qué aplicaciones usás. Se saben tus intereses y entonces, te manda la información que te gusta. En este sentido, el algoritmo no tiene ética. Si tenés un comportamiento depresivo y lo detecta, puede empezar a mandar información de cómo lesionarte o, incluso, terminar suicidándote.
—En la Legislatura usted dijo que un niño o niña puede tener un mal desarrollo neurológico a partir del uso de pantallas ¿qué significa eso?
—En los nenes más chiquitos se altera el neurodesarrollo. Se observan trastornos para hablar, para la interacción social, e incluso en la motricidad. Les cuesta agarrar un lápiz o agarrar los cubiertos. También se altera el desarrollo de la atención. En la etapa en la que los nenes deberían estar interactuando con el medio que los rodea y así las neuronas desarrollen las conexiones entre sí, se la pasan con el celular. Cuando las conexiones neuronales no se generaron por la falta de interacción con el ambiente, es más difícil que se desarrollen de grandes. Y ya cuando son más grandes, lo que se ve es un trastorno en el sueño. Eso trae aparejados problemas de conducta, de obesidad, de aprendizaje y de ansiedad.
—¿Este tipo de adicciones son un fenómeno novedoso?
—Mi viejo es neurólogo y tiene 75 años. Él me decía que en su época de médico se hablaba de televisitis. No llegaba a esta locura de tener una computadora en el bolsillo, pero sí había una llamada de atención sobre la televisión. Hoy en día, detrás del celular hay un neuromarketing muy peligroso que vela por intereses económicos y no por el bienestar de las personas. Eso ocasiona un desastre en términos de salud mental. En un principio, uno decide el uso de forma voluntaria, pero el cerebro sufre modificaciones y esa voluntad se pierde. La pantalla te maneja y se gesta una conducta adictiva. No es casualidad que la palabra adicción venga del término adictus, que en latín significa esclavo. Uno pierde la libertad y termina siendo educado por Tik Tok. Eso es un delirio.
—¿Cuándo notó que las pantallas se convertían en un problema serio?
—Lo detecto mucho antes de la pandemia, hace seis o siete años. En reuniones con otros médicos empezaba a contar las cosas que veía y un día empiezo a investigar. Leo que en otros países sucedía lo mismo y había poca prensa. Se hablaba un poco en España o Estados Unidos. Yo me encontraba con consultas por problemas en desarrollo neurológico como hablar o la motricidad, pero sin antecedentes de riesgo. Interrogando a las familias, me encontraba con el uso de pantallas en primeros meses de vida. Entonces les decía que directamente le apaguen el uso del dispositivo, y entonces, al mes o a las tres semanas, volvían y me decían: “Esto es magia”. Lo que sucede es que desaparece la sobrecarga cognitiva. Así se aporta al cerebro el estímulo necesario. Se saca lo que hace mal y se da lo que hace bien.
—¿No tiene efectos positivos?
—Creo que más allá de que los pueda haber, hay que resaltar los negativos porque son claramente muy graves. A ver, los chicos de Silicon Valley no les ponen las pantallas a los hijos. Puede haber algún beneficio, pero si no hay un límite claro sobre el beneficio que buscás, te deja atrapado al chico. Algunos hablan de que fomenta atención, pero no es lineal el efecto. Hay aplicaciones que sirven para el desarrollo de tu cotidianidad, pero en la balanza te juega en contra porque te da algo que te atrae. Por ejemplo, la alarma en el celular. Es un punto de la adicción.
—¿Por qué?
—La adicción es una patología. Uno de los ítems es la adicción a internet. La manera que uno visibiliza esta adicción es clara: dejá tu celular lejos del alcance de tu mano y vas a ver cómo aparece el síndrome de abstinencia. En Noruega eliminaron el uso de celulares en la escuela primaria y cambiaron dos cosas: el rendimiento académico y el recreo. Hubo un 60 por ciento más de rendimiento pero lo más interesante es que los chicos volvieron a interactuar en el recreo y no eran más los avestruces que meten la cabeza en el teléfono. Se llegó al punto de que los chicos desarrollan, por culpa de las pantallas, un desorden del déficit de atención e incluso conductas autistas. Por eso uno remarca la importancia de que hay etapas en que no debe haber celulares. ¿Cómo le enseñás a escribir a un chico que no desarrolló las estructuras básicas en el cerebro? A eso sumale que solo fortaleció un único dedo que es el que usa para desplazar la pantalla, el resto no le sirve para agarrar un lápiz. ¿Cómo hacés para aprender si no podés prestar atención más de dos segundos porque entrenaste al cerebro a pasar rápido de una cosa a otra?
—¿Qué pueden hacer las familias al respecto?
—Yo siempre digo que puedo dar clases, puedo hablar de cómo el uso de las pantallas afecta los neurotransmisores, pero lo importantes es el ejemplo. Existe un fenómeno que es el de las neuronas espejo. Son aquellas que se activan cuando otro realiza una actividad: es el aprendizaje por imitación. Si querés que no usen el celular pero te lo ven usando, no hay cara como para pedirlo. Tenés que generarles un plan B.
—¿Cuál sería ese plan B?
—Cuando me preguntan por un antídoto yo siempre respondo que es el juego libre. Dibujar, pintar, tocar un instrumento, son todas acciones que potencian el desarrollo del cerebro. Otro momento importante es la interacción al momento de la comida, es algo extraordinario. Por eso yo digo que después de las 20 horas ya no tienen que haber pantallas para evitar el trastorno de sueño. Hay que ir disminuyendo los estímulos, porque si los hay disminuye la melatonina que es la encargada de inducir el sueño. Hay que fomentar el deporte y las actividades sociales.
—¿Existe alguna etapa en que el acceso a las pantallas deba ser nulo?
—Lo que no se desarrolla a determinada edad, después no se genera. Es como que el cerebro se atrofia. Por eso los primeros tres años de vida son fundamentales. Ahí tiene que haber cero pantallas. En ese momento no necesitan conocer eso. No se negocia. Si el pibe no realiza determinadas actividades, el cableado cerebral queda alterado y a futuro no te puede sorprender que no pueda hablar correctamente, que no pueda interactuar de mejor manera, que no pueda agarrar cosas y que hasta tenga condiciones del espectro autista.