Thursday, October 10

Milei y el periodismo: del panelismo televisivo a los constantes ataques desde el poder

El libertario hace de la pelea con la prensa uno de los ejes principales de su narrativa de gobierno. Con la “batalla cultural” como bandera, La Libertad Avanza tiende a descreer de los medios en tanto herramientas democráticas para la sociedad y considera que la ciudadanía podría informarse mejor a través de las redes sociales.

Por: DiarioAR

¿Cuánto le debe Javier Milei al periodismo? La pregunta, que puede llegar a sonar hasta extraña, da cuenta de algo que está en el corazón mismo del fenómeno libertario. El éxito político del economista anarcocapitalista que desde hace seis meses dirige las riendas de la Argentina no puede comprenderse sin la relación, por momentos simbiótica, que supo tejer con los medios de comunicación. En un principio, con la televisión como tribuna desde la que darse a conocer y pregonar sus “ideas de la libertad”. Más tarde, ubicando a la prensa en la vereda de enfrente, calificando a los periodistas de “pauteros” “ensobrados”, motes con los que el líder de La Libertad Avanza suele tildar a cualquiera que ose criticarlo.

Esa ambivalencia de Milei en el ida y vuelta con la prensa se condensa en una figura de absoluta relevancia para el Gobierno: el vocero presidencial Manuel Adorni. Sus habituales conferencias matutinas son un espacio en el que los periodistas gozan de libertad absoluta para preguntar, pero en el que las respuestas son, en la gran mayoría de los casos, extremadamente evasivas. El portavoz entiende a la perfección que su trabajo consiste en ser un frontón. Y que es un engranaje clave de un dispositivo comunicacional mucho más grande, que cuenta con un equipo dedicado a pensar estrategias de viralización basadas, por sobre todas las cosas, en hacer del periodismo el blanco principal de los agravios.

“Hoy en redes garpa más pelearse con periodistas que pelearse con políticos”. Corría 2023 y, sin micrófonos a la vista, uno de los principales referentes libertarios se sinceraba ante los colegas que cubrían la campaña de La Libertad Avanza. Varios meses más tarde, esa afirmación parece haberse traducido en política de Estado. En otra arista más de su mentada “batalla cultural”, tan minuciosamente delineada por el asesor presidencial Santiago Caputo, el actual gobierno descree del periodismo en tanto herramienta democrática al servicio de la sociedad. Para la concepción libertaria, la ciudadanía podría prescindir de la prensa y mantenerse informada a través de las redes sociales.

Así lo describió en abril el propio Presidente durante una entrevista en la organización Ayn Rand, cuando acusó a Joaquín Morales Solá de ser “violento” y “agresivo” por considerar que la labor periodística, en tanto garante del derecho a una información confiable, nunca puede ser sustituida por plataformas como X. “Lo que pasa es que ellos no pueden cambiar el modelo y siguen enojados con eso”, apuntó en esa ocasión Milei, que también alardeó de haber suspendido la pauta oficial por un año e incluyó a los periodistas dentro del “círculo rojo” que “agrede y pretende que nadie les conteste”.

Pocos días más tarde, todavía en el mes de abril, Milei fue más allá y dio a conocer el que quizás sea el mensaje más directo hacia la prensa desde su llegada a la Casa Rosada. Titulado “Libertad de expresión. Para todos”, el texto publicado en X acusaba a los periodistas, sin distinción, de haberse “corrompido, ensuciado y prostituido al calor de los sobres y la pauta oficia”. El Presidente los tildaba de “creer que viven” en una “Torre de Marfil” de la que él mismo se encargaría de “bajarlos”. Y anunciaba que los integrantes de La Libertad Avanza, frente a “las operaciones, la mentira, la calumnia, la injuria o la difamación”, saldrían a “contestar” y a decir su “verdad”.

Objetivo: la prensa

El historial de ataques de Milei a trabajadores de prensa es tan extenso que resulta casi inabarcable. Cada vez que tiene oportunidad, el Presidente no duda en embestir contra el periodismo de la misma forma que lo hacía en sus épocas de panelista televisivo. Solo en sus primeros 100 días de gobierno, el Monitoreo de Libertad de Expresión de FOPEA reveló que 4 de cada 10 agresiones a periodistas y a medios de comunicación tuvieron origen en el Presidente o en sus ministros. A esa realidad estadística, que se acrecienta con el tiempo, se le suma otra igual de preocupante: la determinante decisión de La Libertad Avanza de cerrar los medios públicos. El oficialismo acaba de anunciar que la agencia Télam funcionará con 80 trabajadores y solamente se ocupará de la publicidad del Estado.

Un dato que no deja de llamar la atención de las diatribas presidenciales hacia la prensa es la cantidad de mujeres que figuran en el listado de periodistas con los que Milei ha tenido desencuentros por información publicada. Desde la la corresponsal del diario La Nación, Luisa Corradini, acusada de “mentirosa” por el Presidente tras su crónica de la participación del libertario en el Foro de Davos, hasta las descalificaciones sufridas por Silvia Mercado, además de los casos de María Laura Santillán, Jesica Bossi y Laura Serra, maltratada por el hoy presidente en 2022 en pleno Congreso y recientemente censurada mientras hablaba en el aire en Diputados TV.

Si de algo no hay duda, es de que el tono despectivo que utiliza Milei para referirse a periodistas se convirtió en una de sus marcas registradas. Quizás el ejemplo más descarnados de ese tipo de actitud tuvo lugar hace dos meses, cuando el Presidente llegó a expresar en público la satisfacción que le generaba una virtual quiebra del Diario Perfil, propiedad de Jorge Fontevecchia. “Ya quebró una vez y lo salvó un empresario, después lo salvaron los políticos y ahora, como no tiene pauta, va a la quiebra”, se regocijó Milei durante una entrevista con Alejandro Fantino, uno de los pocos periodistas que el libertario respeta y a quien suele reconocer como su “descubridor”. Porque la distinción tan tajante entre “honestos” y “ensobrados” puede responder, a fin de cuentas, a una mera afinidad personal.


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