Friday, October 11

Divide y apostarás

Las apuestas deportivas online arrasan en el mercado. Desde la cantidad de córners hasta el resultado de un match, todo se puede timbear a través del celular. Un fenómeno que atrapa en especial a varones jóvenes pero gana adeptos en distintas generaciones. La renta crece segundo a segundo, y todo el mundo se convierte en jugador dentro y fuera de la cancha.

Fuente: Revista Crisis

“Todos o casi todos los pibes de más o menos mi edad que conozco juegan. Ninguno mucha guita, no conozco a nadie que aspire realmente a vivir de eso, pero a veces sí se apuesta plata importante. Es más un pasatiempo con ganas de ganar plata. Tiene mucho de la lógica de los jueguitos, la dinámica, el entorno, entonces es como más fácil poner plata. El que gana después publica una historia para mostrar que ganó; el otro día un amigo ganó treinta y cinco lucas. El que pierde no lo muestra. Pero juegan todos, en cualquier momento, sobre todo los más chicos. Vos ves a alguien con el celular y, claro, no sabés qué está haciendo, si está chateando, boludeando en tik tok o apostando diez lucas. Hay pibes que capaz, en vez de salir, gastar bocha de plata y encima no ponerla, buscan el garche por Tinder y se quedan timbeando en apuestas en su casa”, cuenta Pablo, 31 años, empleado en una empresa de telecomunicaciones y vecino del Bajo Flores. 

En febrero de 2018 el Gobierno nacional disolvió por decreto la Lotería Nacional, existente desde 1893, provincializó la regulación de los juegos con apuestas, y eso implicó el cierre del Prode, que existía desde 1972. En 2021 comenzaron a funcionar los sitios de apuestas online (de los 23 distritos, 15 las legalizaron) con el desembarco de grandes corporaciones foráneas, siempre a través de socios locales, generalmente capitalistas ya dedicados al juego como Daniel Angelici (asociado en este caso al grupo Roggio), Federico de Achaval y la familia Tabanelli. 

El boom es global. Según un informe de 120 páginas llamado “Global Online Gambling Markets-Previsiones de 2022 a 2027”, elaborado por la consultora Research and Markets, el negoció alcanzó en 2020 los 65 mil millones de dólares, monto que proyectan que se duplicará en 2027. 

En nuestro glorioso Mundial de Qatar se hizo patente y a la vez se multiplicó. Las principales publicidades televisivas durante los partidos de Argentina, que otrora eran de aerolíneas, cervezas, bancos, autos, ahora fueron de sitios de apuestas. También ocupan el frente de las camisetas de Boca, Racing, Central, River, Newell’s, Lanús, Estudiantes y Vélez; además, la AFA, la Copa de la Liga y la Copa Argentina tienen sponsors del rubro. Un estudio de la agencia de marketing Seenka, que tiene de clientes a gigantes corporaciones a nivel mundial, asegura que el 66,6% del tiempo publicitario en los canales deportivos argentinos es de juegos de azar virtuales; y uno de Kantar Ibope Media indica que la publicidad de apuestas creció —más que ningún otro— un 281% en la Argentina el año pasado.

En Inglaterra, después de un boom de apuestas y de promoción en las camisetas, los clubes acordaron prohibir que la timba sea la publicidad frontal en las casacas. Por un lado, a raíz de la aparición de sucesivas denuncias por arreglos; y por otro, por la creciente ludopatía. Es que con la celularización digital de las apuestas, y su extensión al campo infinito del espectáculo deportivo, la ludopatía tiene todo para alcanzar niveles como jamás antes en la historia humana. La prohibición terminará de efectivizarse en tres años, cuando finalicen los últimos contratos vigentes (ocho actualmente). 

En Brasil, el torneo Brasileirão llegó a tener publicidad de estas corporaciones financieras en diecisiete de las veinte camisetas en competencia. Este año estalló un escándalo por múltiples sobornos en la B y también en primera división, con dieciséis detenidos (incluyendo jugadores), nueve jugadores echados de sus clubes (incluyendo al argentino Kevin Lomónaco, del Red Bull), y delicias como el jugador del Aví (Serie B) Eduardo Bauermann, que cobró por hacerse amonestar, no lo hizo, entonces ofreció a los pagadores hacerse echar al siguiente encuentro, cosa que hizo pero después del pitazo final, lo cual para el sitio de apuestas no cuenta como parte del partido… 

En las categorías de ascenso es donde más casos aparecen. Claudio Leguizamón, capitán de J.J. Urquiza (Primera C argentina), denunció que el plantel recibió una propuesta para dejarse perder a cambio de mil dólares. En marzo, el club El Porvenir denunció ante la Justicia y la AFA a cuatro de sus propios futbolistas, después de que el arquero contara al presidente que tomaban sobornos de entre cien y trescientos dólares. Y por esos días el arquero de Puerto Nuevo (misma categoría), Javier Balbuena, denunció que un técnico, ahora en el exterior y con pasado en un grande de zona sur, le ofreció dinero para dejarse perder. 

tiki, tiki

En septiembre, el presidente del centro de estudiantes del Comercial Superior de Rosario, prestigioso secundario dependiente de la Universidad Nacional de Rosario, desapareció por casi una semana. Cundió el pánico. Luego volvió. Se borró porque se había endeudado por apostar (y perder) “mucho, mucho dinero”, dijo su madre, tras los previos días de horror. 

“Es facilísimo para un menor de edad apostar, muchos sitios no te piden nada, o un DNI, pero podés mandar otro, y te ofrecen las mil maneras de cargar plata; además, somos una generación que sabe usar mejor el Home Banking de nuestros padres que ellos mismos”, dice Nicolás, estudiante de Marketing, 22 años, asistente de administración en un portentoso bar cervecero de la zona norte del GBA. 

Con una mayoría de varones jóvenes y millones de apostadores digitales, las estadísticas, tanto de cantidades de usuarios como de volumen de dinero en juego, son marcadamente opacas en este meganegocio financiero, donde las empresas ganan no solo lo que literalmente entra como casa o casino (la diferencia entre lo que la masa de apostadores apuesta y lo que se lleva), sino también por la timba financiera que hacen mientras son tenedores del dinero que los consumidores cargan en aluvión. Por lo demás, “hasta el 80% de los sitios de apuestas son ilegales”, aseguró en marzo Omar Galdurralde, presidente del Instituto Provincial de Loterías y Casinos de la Provincia de Buenos Aires, lo cual obviamente implica una enorme reducción de la recaudación pública potencial. Las oficiales tienen dominio bet.com.ar; hay más de un centenar inscriptas, no todas activas. 

“En mi barrio algunos pibes armaron un sitio hace unos años. Compran el sitio a gente que ya tiene armada la plataforma para casas de apuestas. Se llenaron de plata, ahora los dueños viven en Uruguay. Me dijeron que los dueños, que creo que son cuatro, ganan 250 mil dólares por mes cada uno. Ahora cambiaron, los dos que se habían ido volvieron y los que se habían quedado se fueron allá, en Punta del Este. Acá tienen una red de ‘cajeros’, gente a la que le das la plata para que te dé créditos en el sitio y después te paga cuando retirás. En el medio usan financieras, que son las que en realidad mueven la guita; pero si en la nota te metés con esas, te rompen los dedos”, dice y se ríe Martín, 28 años, flamante abogado y jugador de paddle, que no apuesta porque “es perder plata”. “Una amiga es administradora de cajeros para un sitio, se ocupa de pagarles, tiene como sesenta a cargo. Ganan un porcentaje de lo que apuestan los clientes que consiguen: pueden ganar entre seiscientas lucas y un palo y medio por mes, quizá mucho más que ella, pero laburan mucho más. Aunque cuando sus clientes [los apostadores reclutados por cada cajero] retiran plata, el sitio no les paga a los cajeros hasta que no cubran ese monto con cargas nuevas”, cuenta otra fuente. 

Todos los consultados para esta nota coinciden en que tanto ellos mismos como sus amigos y conocidos no apostaban, o lo hacían esporádicamente, antes de que aparecieran las pantallitas que acaparan los ojos durante un alto porcentaje del tiempo vigílico. Es un público, un mercado, unas vidas, vastas zonas del cuerpo social argentino, nuevos para estos mecanismos de extracción de valor. “Apuesto, pero poco. Ayer tenía mil pesos en Mercado Pago y nada, ya fue, llegué de jugar al fútbol re cansado y antes de dormirme se los puse al Manchester United. Igual… nada… perdí. Jugaba contra el Arsenal”, cuenta Juan Manuel, 26 años, ingeniero, empleado en una importadora de pollos. 

Monedas. Es como si agarraran a la multitud argentina de las patas y la dieran vuelta para sacudirla y sacarle todo, todito. Ya no solo en la “jornada” laboral, no solo en el ocio mercantilizado, sino en cualquier resquicio de la vida, cualquier instante ínfimo entre actividades, cualquier pausa o momento que quedó “libre”, en tu cama, en el bondi, mientras tu cita va al baño, durante una clase en la escuela (los alumnos, pero también el profe), tiki, tiki y tiki, un tirito de apostar, a ver qué pasa. 

La compulsión conectiva, la sujeción celular y pantallil arma un nudo con la financiarización de la vida (la racionalidad financiera) y con la neuroquímica de las apuestas. Sin mencionar a los videojuegos, el gamerismo, digamos, incluido en la sujeción a las pantallas conectivas, aunque con sus características propias, obviamente. “Son muy parecidos a los jueguitos, en su estética, su interfaz. Y los que apuestan son pibes que años atrás se criaron a full con los juegos. Ya en muchos juegos vos tenés una plata, tenés que comprar cosas, bonos, créditos, y hacen algo que ahora hacen los casinos online, que es que el monto mínimo de carga es tanto, pero los precios de las fichas están hechos para que siempre que compres una te quede un puchito de plata cargada, y entonces cargues más para llegar a otra ficha”, explica el ya citado Pablo. 

juguito financiero

El casino es un lugar donde ni te enterás si afuera es de día o de noche; acá se apuesta al aire libre y con el espectáculo más masivo y visible que hay. El jugador conectivo no es un atormentado ni alguien con una aventura épica que simboliza o sublima el vínculo individuo-sociedad. No es en absoluto un paria social: la normalidad es timbera. “¿Qué hacer con la guita, con los pesos que me pueden sobrar? ¿Ahorrar?”, se pregunta Nicolás. La timba es la obviedad. 

Ya se observaba que el celular produce algo análogo o emparentado a las máquinas tragamonedas: el impulso nervioso de abrirlo, chequearlo, una conectadita y a seguir, o a quedarse, a colgarla. Ni hablar viciando. Como con las maquinitas, sabés que lo más probable es que no hagas jackpot en este tiro, que no haya novedades realmente significativas en esta chequeada. Pero bajar la palanca o desbloquear el celu y ese quizá… ese puede ser… ese a ver ahora… Porque el aparato siempre ofrece otra cosa, siempre algo más. Ese “ofrecimiento permanente” de la conectividad es, claro, en rigor, una demanda. De atención. Una economía atencional cada vez más perfecta y poderosa. Articulada con la lógica financiera, con eje en la operatoria especular. 

El sujeto contemporáneo, sujeto conectivo, se autopercibe como entidad financiera. Es una entidad financiera. Financiera es la realidad, la guerra en que vivimos (que la cooperación sea percibida como guerra, ¿no es el mayor logro ideológico del capital?). Trabajar y ahorrar, guardar en un lugar seguro, “progresar”. El “progreso”, ya lo dijo McLuhan, es un arquetipo propio de la mente lineal, de la mente de la lectoescritura, la mente de la imprenta. De la espera y la paciencia. Ahora el papel es algo que más que nada se usa para embalar productos que fluyen en la logística del capitalismo conectivo, llevados quizá por alguien en bici que, en las paradas de pucho y descanso, apuesta unos pesos a cuántos quiebres de saque habrá en el cuarto game del segundo set de un partido de dobles mixto en Madagascar… Para promocionar el sponsoreo de BetWarrior, la AFA describió que “permite apostar en más de 200 mil eventos deportivos en vivo y más de 1600 juegos de casino online”.

“Veo muchas ganas de mostrarse con plata, de fiesta”, dice Pablo, y alude también a las representaciones, digamos, monetaristas de buena parte del reaggetón, el rap y la cultura tiktoker. En la multitud de cuerpos comunes se observa cada vez más la misma racionalidad que la de los agentes centrales del capitalismo: que la guita se haga más guita. Ponés acá, hacés tiki, tiki, tiki (son solamente algunos tikis, ya ni siquiera la antigüedad del click, sonido analógico), y después acá te va a aparecer cuánto ganaste. Un ideal de acceder de un salto —vertical— al cielito de los salvados —aunque sea esta noche—. 

Si desde Gramsci se señala la hegemonía como una capacidad de las clases dominantes de hacer extensiva su ideología y modo de ver el mundo al conjunto de la sociedad, en el capitalismo financiero y conectivo, antes que la transmisión de ideas y discursos, se transmite una operatividad. En cuanto a operaciones formales, no solo son semejantes el broker capitalista y el pibe que apuesta, sino también cualquier persona en su autogestión de redes sociales: pongo un valor, pongamos una foto en la playa con los pibes, y después chequeo a cada rato a ver cuánto infló su valor la bolsa especular virtual. La ansiedad y el temor de burbuja siempre más o menos a punto de pincharse para todos. Los dispositivos forjan un sujeto financiero incluso en los trabajadores, y la expansión de las casas de apuestas es tan instantánea y ubicua porque leyeron (etimológicamente, agarraron) eso que ya existía. Aunque claro que lo multiplican, con sus millonarios esponsoreos, en camisetas y también en influencers en legión, PNT de periodistas de primera línea, etcétera. 

Parece que Jorge Amor Ameal no quería una casa de apuestas en la camiseta xeneise. Boca estuvo largos meses con casaca limpia, sin publicidad frontal. Se rumorea que había un preacuerdo encaminado con MercadoLibre por 15 millones de dólares (Bettson paga 7,5 por un año y medio), pero que Mauricio Macri levantó el teléfono y lobbió para impedirlo. Ahora puedo ser hincha de un club, pongamos de Boca, apostarle a favor, que gane por penales los cuartos de final de la Copa Libertadores, y festejar a la par que tengo la mala noticia de que perdí la apuesta porque el resultado fue un empate 0 a 0. “Perdí totalmente la capacidad de disfrutar el fútbol que tenía —dice otro usuario—. En el Mundial aposté que Argentina le ganaba a Croacia 2 a 1. Cuando íbamos 2 a 0, me encontré deseando que Croacia hiciera un gol”, cuenta. El juego se reduce a un valor subsidiario de otro juego que de experiencia lúdica no tiene nada. 

Los casos de ludopatía crecen en muy diversos grados y niveles. “El 86% de las apuestas en Gran Bretaña se concentran en el 5% de los apostadores (adictos) —le dijo el periodista de investigación especializado Declan Hill, canadiense, al periodista de Tiempo Argentino Roberto Parrottino, que hizo varias notas sobre el tema—. Una sola compañía asiática mueve 46.000 millones de dólares al año. En 2022, Adidas facturó casi 20.000 millones. Y hay entre ocho y diez casas de apuestas asiáticas de similar volumen”.

Mariana y Edgardo vivían con su hijo de ocho años en un dos ambientes de Caballito, a metros de Primera Junta. Ambos docentes. Un día, un cartel de venta vistió al depto. ¿Qué pasó, se mudan? “Sí —dice ella—, nos separamos. Ya vendimos el auto. Vendemos el departamento porque Edgardo tiene una deuda de miles de dólares, se endeudó jugando al póker online”.

la razón probabilística 

Sin embargo, por supuesto, no todo es manipulación de pobres víctimas. El usuario usa. “Con el fondo cotidiano de la precariedad, y del esfuerzo permanente de sostener la vida, apostar es una forma de gestionarse intensidad”, dice Andrés Fuentes, ensayista e investigador, autor de La cueva de los sueños. Precariedad, bingos y política. En el continuo de una vida asediada por la precariedad, por la contingencia de los enlaces y los lugares, y envuelta por una selva de estímulos comunicacionales permanente, apostar, meter una ficha, esperar a ver qué pasa es un modo de autoadministrarse intensidades, subidones, sometidos, claro, al azar, a lo imprevisible. 

Cuántos córners habrá, cuántas amarillas en el primer tiempo, si a tal jugador lo expulsarán. El boom de las apuestas tiene eficacia sobre la base de dos operaciones previas: la hiperfragmentación de la apuesta y el gobierno de la razón probabilística. Patrones perceptivos de la época. Pero la hiperfragmentación y el gobierno de la probabilística son correlativos, expresión de una misma dominación. Se fragmenta, se segmenta, compartimenta, celulariza, atomiza, es decir, se convierte en información lo real (la propia vida pasa a autopercibirse así, serie de instantes hiperactuales), y sobre esa base cada átomo resulta calculable, data de probabilidad. 

No importa que lo probable sea violento y doloroso; el orden apunta a lo probable, y de allí, también, la erotización masiva —no exenta de espanto— por la inteligencia artificial: la capacidad creadora subsumida a probabilística. ¿Quién va a ganar, Boca o Racing? Los Texas Rangers vienen de dos derrotas seguidas, ¿ya tocará que ganen? No es tanto problema que las máquinas vayan a comportarse como nosotros, como que nosotros nos comportemos como máquinas. 

Huelga decir que la libido apostadora no es nueva. “Con unos amigos, durante años nos dedicábamos a estudiar ruletas. Íbamos a todas las ruletas de la ciudad, obviamente clandestinas, o a las legales de las provincias, y armábamos estadísticas; cada tanto, por una falla técnica, la ruleta tiene una tendencia a que un número salga más o menos. Aumenta entonces la probabilidad que tenés de ganar, en un porcentaje muy chiquito, pero que alcanza para que la cuenta cambie de beneficiario, y el casino ya no tienda a ganar siempre a largo plazo. Yo me he comprado una casa con la plata que gané así —cuenta un viejo lobo del periodismo vernáculo—. Con las de Internet probamos. Estudiamos por ejemplo cuántas amarillas saca en promedio cada árbitro, en la liga inglesa, pongamos. Entonces podés apostar a cuántas amarillas habrá en un partido en función del árbitro. Pero no, no hay manera. Las digitales no tienen fallas: la casa a la larga gana siempre”.

Hay empero miles de “asesores” que estudian y recomiendan qué apostar. Hay especialistas, gente que se dedica, que hace Excel de estadísticas, gente que vive de apostar, influencers con canales de YouTube especializados… “En realidad no es que la casa siempre gana, sino que la casa nunca pierde. Entonces, el asunto está en que tú ganes, y que el que pierde sea otro —dice un apostador y streamer español—. Las casas lucran con el sentimiento del perdedor. Y la gente que pierde quiere desquitarse”.  

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