Friday, October 11

La IR como concepto de vida

La “Inteligencia Riquelmeana” se erige como contraste a la rápida evolución tecnológica. A través de sus decisiones, tanto dentro como fuera del campo, Román representa la resistencia a un mundo hiperconectado, defendiendo la esencia humana y los valores de barrio.

El día que Juan Román Riquelme dio sus primeras pinceladas sobre el verde césped de La Bombonera, no existían ninguna de las redes sociales que manejamos hoy en día. Los celulares eran cascotes que solo servían para hacer llamadas, por lo tanto, no había chance de que los presentes pudieran registrar con sus móviles los primeros destellos de magia que el 10, que por aquel entonces vestía la casaca número 8, hiciera contra Unión de Santa Fe.

Los minutos que le tocó jugar al oriundo de Don Torcuato fueron más que suficientes para que el estadio Alberto J. Armando se rindiera a sus pies de manera inmediata. Luego del partido, con una sonrisa tenue que lo acompañaría durante toda su trayectoria, Román demostraría su felicidad cuando entrevistado por el movilero de TyC Sports, Enrique Pacini dejaba esta pincelada desde el verde cesped, demostrando que no solo tenia un descomunal talento jugando al futbol sino que también era un habilidoso de la palabra

“Esto es impresionante, no se puede creer, la verdad que es un sueño”

Riquelme no tardo en demostrar que era distinto. Su don exquisito para manejar los tiempos del partido y la precisión quirúrgica de sus pases filtrados fueron fundamentales para llevar a Boca a lo más alto del mundo. Batallas históricas contra el eterno rival y las inolvidables noches de Copa Libertadores calaron hondo en la fibra boquense, que rápidamente adoptó al pibe de andar pausado como su hijo pródigo.

Román es mucho más que un excelente jugador de fútbol; también es un artista de la palabra. El potrero que lleva en sus pies lo combina con una personalidad que aquellos que intentan disciplinarlo la catalogan de “conflictiva”.

En esta era moderna, donde todo va demasiado rápido, Román hace de la pausa una obra de arte. El minuto para pensar adentro de la cancha y para declarar afuera es su marca registrada. Nunca se casó con el poder de turno, que siempre intentó encarrilarlo. Román sabe desde siempre que hay cosas en la vida que no se pueden comprar.

En este mundo, Román elige el camino del salmón y va a contramano de lo que marca el sistema, que establece que el talento más importante está en hacer dinero. Riquelme construye su riqueza alejado de las redes. Prefiere estar rodeado de sus amigos, mirando a Boca y tomando mate. Habla de su mamá y se le hace un nudo en la garganta de la emoción que siente al nombrarla, demostrando que, el mejor jugador en la historia de Boca es un pibe de barrio.

Román juga simple y contesta sencillo, pero aun así, sus movimientos siempre son difíciles de descifrar para los rivales de turno. El dedo acusador del poder mediático, que castiga a los rebeldes, nunca pudo hacerle marca personal. Jamás le sacó una palabra de más, al igual que cuando jugaba; Román nunca hace una de más.

Obviamente, comete errores porque Román es humano. Como diría Galeano del Diego, “son dioses de barro”, pero sus desaciertos nunca lo acongojaron. Sostiene con hidalguía cada una de las decisiones que tomó a lo largo de su carrera, aunque algunas le hayan salido demasiado caras, como fueron las renuncias a la selección (2006, 2009) o el no haberse podido retirar en Boca por no darle el gusto a la dirigencia. Pero lejos de sentirse mortificado, él sabe que llevar una vida honrando códigos tiene precios que no se pagan con dinero.

Los sabios dicen que se vive como se juega. En esta época donde muy pocos levantan la cabeza para mirar el panorama más allá de lo que muestra la pantalla, usar a Román como inspiración para entender que hay vida más allá de nuestro metro cuadrado es un ejercicio reconfortante. Así como el 10 pudo observar a Palermo para meterle la bocha que le dio a Boca el triunfo que lo coronó campeón del mundo, cada uno de nosotros tiene el mismo desafío en nuestra vida cotidiana: aprender a mirar, aprender a ser tiempistas, tener la osadía de dormir la pelota del sistema bajo la suela de nuestra zapatilla. Lograr alcanzar ese ritmo nos convierte en riquelmeanos, aunque seas de otro club y lo hayas padecido como jugador.

La tendencia de este año a nivel tecnológico, sin lugar a dudas, es la Inteligencia Artificial, que es todo lo contrario a lo que ofrece la Inteligencia Riquelmeana. Mientras una se basa en automatizar todo tipo de trabajo, la Inteligencia Riquelmeana se fundamenta básicamente en la creatividad para lograr alcanzar el máximo nivel, celebra el espíritu humano, el de barrio, te propone decirle que no al sistema. La Inteligencia Riquelmeana te invita a entender que se construye en equipo. Despectivamente, el sistema cataloga a la posibilidad de trabajar en equipo como el “consejo del mate”, sin dejar de observar que lo que yace en esa unión son las tradiciones que supieron consagrar a un equipo argentino como uno de los mejores del mundo. Todo lo contrario a lo que expresa la Inteligencia Artificial, que pondera el resultado inmediato antes que el proceso pausado pero consciente.

Sobre las espaldas de Riquelme se apoya mucho más que las elecciones en un club de fútbol; en Boca también se pone en juego la supervivencia de un estilo de vida. Dicen que el fútbol es la cosa más importante de todas las cosas menos importantes. Quizás por eso se nacionalizaron estas elecciones, porque como dice Presi Duka, “Hoy Boca representa la resistencia”. Boca es la defensa de los valores que sostienen a los clubes de barrio, porque el día que todo sea artificial, nos van a quedar los clubes para seguir encontrándonos, porque en el deporte todavía la diferencia la siguen haciendo los seres humanos, los artistas. El deporte es el lugar desde el cual se acobija al marginal, al que no tiene espacio. El fútbol sigue siendo el juego más lindo del mundo, la pelota que nunca debe mancharse es la que nos invita a apagar las pantallas para relacionarnos con nuestros pares.

Bienvenida sea la excusa de Riquelme para hablar de todo lo que nos rodea y que amerita el desarrollo del pensamiento crítico. Bienvenido sea defender los lugares de resistencia donde habita la inteligencia humana, porque es desde ahí que se puede construir una sociedad mejor, desde los lugares donde aún el sistema no puede chuparnos los datos para delinear nuestro perfil. Es por eso que nos apoyamos en Román como defensa del bien común, porque en este mundo donde todo está hiperconectado, en este mundo donde una máquina predice cada uno de nuestros movimientos, en este mundo donde la inmediatez es la norma, no queda otra que defender a los que hacen de la pausa una obra de arte. No queda otra que hacer trinchera en los lugares donde aún podemos ser felices sin la necesidad de mirar una pantalla. Defendamos a la Inteligencia Riquelmeana y a la causa Boca como concepto de vida.

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